Durante la mayor parte del siglo 20, el trabajo y el capital mantuvieron una amarga lucha por el control de la economía industrializada. Los titanes de la industria lograron finalmente una resonante victoria sobre los sindicatos, pero la historia no termina ahí. En la economía actual, el valor es fundamentalmente producto del conocimiento y de la información. Las empresas no pueden generar utilidades prescindiendo de las ideas, habilidades y de las capacidades de liderazgo de los trabajadores del conocimiento. Son estos factores ¿y no las tecnologías, ni las fábricas ni, por cierto, el capital¿ los que otorgan ventajas únicas a las empresas. En la medida que los trabajadores del conocimiento se dan cuenta de esto y observan cómo la demanda por su talento supera a la oferta, están constantemente arrebatando más de las utilidades de los accionistas. Esta vez la batalla es entre los proveedores de capital y los productores de valor y no está claro quién será el vencedor.
Los autores explican que las raíces del conflicto actual están en el cambio producido en el siglo 20, desde el capitalismo industrial al capitalismo gerencial y la creación de una nueva clase de talento profesional. Desde la llegada de la economía de la información en la década pasada, las tensiones han ido aumentando. El impresionante crecimiento de las remuneraciones de los CEO ¿y la polémica pública que desató¿ es un síntoma revelador. En esta nueva batalla también estamos siendo testigos de un cambio fundamental en el alineamiento político del capital. La izquierda ahora está del lado de ¿los accionistas comunes¿ y contra los miembros del grupo de trabajadores mejor remunerados. Los accionistas, al ver que una proporción sin precedentes de sus inversiones va a parar a manos de los empleados, tienen derecho a preguntar ¿hasta cuándo? Las tensiones entre accionistas y ejecutivos no pueden ser ignoradas y el capitalismo se encuentra, otra vez más, en una encrucijada.