Además de su contenido técnico, las reformas administrativas tienen orígenes y consecuencias políticas, y reflejan las estrategias que distintos actores utilizan para ejercer control sobre la burocracia. Este artículo analiza las reformas al sector público en Estados Unidos desde una perspectiva política, para explicar cómo cada intento al respecto ha sido consecuencia de las preferencias y estrategias del Congreso y del Ejecutivo. El argumento central es que, desde la década de los años treinta, cada poder se ha esforzado por ganar (o recuperar) control sobre la burocracia, a expensas de la otra rama de gobierno (y, por supuesto, a expensas también de la autonomía burocrática). Se sugiere que, pese a retrocesos iniciales durante el New Deal, el Congreso ha tenido éxito en su intento por recobrar poder e influencia sobre la administración. Sucesivos presidentes, incluido George W. Bush, han intentado inclinar a su favor la balanza, pero muchas de las reformas promovidas por ellos han resultado fallidas o se han convertido en ganancias inesperadas para el Congreso. En suma, tanto el Congreso como el Ejecutivo cuentan con sofisticados instrumentos de control, que a veces se contrarrestan entre sí en un equilibrio inestable, pero que, a final de cuentas, implican un control exhaustivo de ambos poderes sobre la burocracia federal.