Con frecuencia se caracteriza al actual terrorismo internacional de fenómeno especialmente novedoso, por las elevadas tasas de letalidad y el alto grado de indiscriminación con que se producen sus atentados, por la rutinaria implicación en los mismos de suicidas adoctrinados en el fundamentalismo islámico y por su propensión a dirigirse contra blancos occidentales.Sin embargo, aun cuando una cierta combinación de esos rasgos, lo cierto es que esa violencia mundializada y de inspiración religiosa viene desarrollándose con tasas de mortalidad menores de lo imaginado, procedimientos mucho más convencionales de lo que se cree y pautas de victimización igualmente distintas de las hasta ahora dadas por descontado.