El ensayo plantea que los grandes temas políticos que atraviesan la obra de Ortega no deberían ser juzgados, como es frecuente hacerlo, desde la cruda pragmática de la lucha por el poder, cosa en la que Ortega decidió no entrar, sino en la de iluminar desde el no-lugar de las ideas las cuestiones de extrema complejidad, de las que, sin embargo, dependía la salud de la comunidad. Pero, como se ha indicado, ello comportaba un alto riesgo, el de no ser entendido o más realistamente, ser malentendido para que así quedaran neutralizadas sus posiciones, que desde la política, siempre se interpretan como instrumentos de poder y no de comprensión. Por lo demás hay que reconocer que la complejidad analítica a la que no renunció Ortega al hablar de las cosas públicas contribuyó precisamente a que sus enemigos simplificaran sus posiciones subrayando la apariencia de contradicción que habría en sus planteamientos.