Aunque el fenómeno de la deslocalización ha generado desde los años setenta importantes debates políticos en Estados Unidos, el gobierno no ha adoptado medidas para obstruirla o evitarla. El motivo es que la entrada de capital generada, por un lado, por la inversión directa extranjera (IED) de las empresas multinacionales estadounidenses en el extranjero y, por el otro, por la IED que realizan las EM extranjeras en Estados Unidos, arroja un saldo neto claramente positivo. Esta ventaja se basa en el alto grado de competitividad de las empresas estadounidenses frente a sus competidores, tanto en Estados Unidos como fuera.