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En su fragmentaria etapa final -en el llamado Opus postumum-, el sistema se asemeja a los vuelos concéntricos de un águila, siempre en espiral, siempre más a ras de tierra, buscando cansinamente cómo establecer una difícil convivencia de las dos partes metafísicas (la natural y la de las costumbres) con la filosofía trascendental, a través de frágiles transiciones, etc.). Más altos quisieron ser los vuelos (y por ello, casi siempre más desvaídos) de aquellos a quienes Kant llamara despectivamente sus "amigos hipercríticos" (Reinhold, Beck, Fichte), los cuales, en lugar de estrechar los enlaces creyeron elevarse por encima de ellos, a partir de un "punto de vista" supremo. Al respecto, los "amigos" mejores -y más díscolos- fueron discípulos indirectos: Fichte y Schelling. Y con ellos se entablará la postrera contienda (de oídas, pues que Kant no leyó nada de ellos). Puntos de rechazo y de cercanía serán el estatuto de la "cosa en sí", el problema de la Idea asintótica, y el de la autoafección y autoconciencia en el caso del "Yo".
