El presente artículo propone un recorrido por la imagen fílmica de la cultura japonesa, poniendo en juego la confrontación entre estereotipos y tópicos de la visión occidental con el sentido profundo de la violencia ritualizada, capaz de generar paradojas simbólicas y vivenciales como la del guerrero suicida. Más allá de verter reflexiones sobre el cruce de sentidos en la mirada intercultural que aporta el cine, las páginas siguientes abren la puerta a una concepción de la violencia culturalmente contextualizada no como una ruptura de la regla, sino como paroxismo normativo, que obliga a redefinir los vínculos entre dimensiones socioculturales característicamente relativas a la violencia, como el honor, la culpa, el sacrificio y la empatía. Las contradicciones emergentes, la propia ¿violencia¿ de la violencia ritual, resultan especialmente visibles en la figura contemporánea de Yukio Mishima.