El cuerpo humano y su imagen ha sido construido como un edificio, una buena figura bajo un orden armonioso. Al mismo tiempo, todo individuo es también la antípoda de la figura regular, y esa lejanía le aproxima, a lo que más niega como humano, lo monstruoso. Amamos y necesitamos el concepto de monstruosidad porque es la reafirmación del orden que anhelamos como seres humanos. En realidad no son las aberraciones mentales ni físicas las que nos horrorizan, sino la ausencia de orden, junto con lo nuevo por descubrir, el ¿otro¿, la ¿diferencia¿. Una propuesta para vencer este miedo, es el descubrimiento de las ¿otredades monstruosas¿ en nosotros mismos, que pasa por una aceptación de lo violento, lo subversivo y monstruoso de nuestra propia experiencia corpórea.