Rafael Fernández Sánchez
Por primera vez desde hace más de veinticinco años la economía rusa crece con fuerza. En la formación de este nuevo escenario, el sector exterior ha tenido un papel protagonista. La devaluación del rublo y la subida de los precios del petróleo han impulsado el dinamismo de las exportaciones, mientras que la industria nacional se ha visto favorecida por el encarecimiento de las importaciones. El superávit comercial ha aliviado el problema de la deuda y ha ampliado el margen de maniobra de la política económica, cuya orientación registró un notable giro tras la crisis financiera de 1998. Con la vista puesta en la sostenibilidad del crecimiento económico actual, el objetivo de este artículo es analizar las posibilidades de que ese superávit perdure, así como las ventajas e inconvenientes de que lo haga, teniendo en cuenta los problemas y debilidades que arrastra la economía rusa.