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Con respecto a enfoques más tradicionales de la asistencia social, las transferencias condicionales de dinero en efectivo constituyen una desviación que representa un canal innovador y cada vez más popular para la prestación de servicios sociales. Esas transferencias proveen dinero a las familias pobres y dependen de un determinado comportamiento, en general de inversiones en capital humano, por ejemplo el envío de los hijos a la escuela o a los centros de salud sobre una base periódica. Por medio de ellas se procura abordar los objetivos tradicionales de sostén del ingreso a corto plazo y de promoción de la acumulación de capital humano a más largo plazo, sirviendo de complemento del lado de la demanda a la oferta de servicios de salud y educación. Los resultados de la evaluación revelan que esta innovadora concepción ha alcanzado bastante buen éxito al encarar muchas de las falencias de la prestación de asistencia social, tales como una deficiente focalización de la pobreza, los efectos de desincitación y los limitados impactos en materia de bienestar social. En Brasil, Colombia, México y Nicaragua existen claras evidencias de triunfo de la primera generación de estos programas en lo concerniente al aumento de las tasas de afiliación, la mejora de la atención preventiva de salud y el ascenso del consumo de los hogares. A pesar de estas promisorias comprobaciones, muchos interrogantes acerca de los programas de transferencias condicionales quedan sin respuesta, entre ellos la reproducción de su éxito en diferentes condiciones, su capacidad para hacer frente a una gama mayor de desafíos planteados por las poblaciones pobres y vulnerables, su papel dentro de un sistema de protección social más amplio, y su eficacia de largo plazo en lo relativo a la prevención de la transmisión de la pobreza entre las generaciones.
