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El Secretario Ejecutivo expone algunas reflexiones sobre el balance de los primeros 50 años de las Naciones Unidas y de la CEPAL, y sobre el curso que ambas pueden seguir durante su próximo medio siglo. Hace hincapié en que los objetivos centrales de las Naciones Unidas expresan valores universales que no pierden vigencia, ni pueden generar desacuerdos mayores. Se refiere también a los tres ámbitos donde se producen discrepancias: adecuación de estos objetivos al contexto contemporáneo; distribución de responsabilidades entre la Secretaría y los gobiernos miembros; y la eficiencia y eficacia con que se actúa para lograr las metas propuestas.
Dentro de este balance, se refiere a la CEPAL como un microcosmos dentro de la organización, cuya acción se limita a las esferas económica y social, concluyendo que ha tenido una alta relevancia pues, en sus años pioneros, la CEPAL ejerció un impacto innegable sobre la concepción y la práctica de la política pública en la región, haciéndolo más resaltante aún el hecho de que esa influencia proviene de su labor analítica. Examina los componentes que han posibilitado el éxito de la Comisión durante estos años: se identificó una función beneficiosa para los gobiernos miembros; se logró configurar una imagen y personalidad propios; se consiguió mantener su vigencia, adecuándose a las nuevas circunstancias del entorno regional; se estableció una relación vital y creativa con los gobiernos miembros; y hubo preocupación constante de mantener estándares elevados de calidad y desempeño.
Estos mismos componentes son los que ofrecen caminos para la reforma de las Naciones Unidas en su conjunto, pues es importante detectar sus fallas y deficiencias con miras a introducir los cambios que necesita para enfrentar los desafíos de los próximos cincuenta años. Existe la voluntad entre los gobiernos y en la Secretaría de llevarlos a cabo, por lo que cabe enfrentar el futuro con optimismo y fe en que la Organización seguirá cumpliendo con los fines para los que fue creada.
