Mikio Kuwayama
Entre las economías exitosas de Asia oriental y sudoriental, consideradas a menudo como las más demostrativas, sobresale la República Popular de China (RPC). Su economía tiene uno de los PIB de más rápido crecimiento del mundo. Su orientación externa en la era post-Mao Zedong la ha transformado en un importante socio del comercio mundial. Independientemente de si la economía se mantiene o no en su senda de crecimiento sostenido, influirá en la prosperidad de toda la economía mundial, incluida América Latina. La intensificación de sus reformas económicas en marcha, junto con macropolíticas prudentes, debería asegurar que la economía china mantendrá el curso de su proceso de transformación sostenido pero gradual. Pese a la posición de suyo destacada que ocupa el país en el escenario mundial actual y a sus grandes perspectivas de crecimiento, los vínculos económicos actuales entre la RPC y América Latina y el Caribe son insignificantes: los flujos comerciales mutuos y las inversiones recíprocas siguen siendo ínfimas. No obstante, se están dando profundas transformaciones económicas en ambas regiones, las que están creciendo e implementando reformas estructurales conducentes a la apertura de amplias oportunidades de comercio e inversión. Al mismo tiempo, el ciclo intermitente habitual en la economía china, va a generar importantes estrangulamientos y déficit en la producción industrial y agrícola y a provocar grandes fluctuaciones anuales de la demanda de importaciones. Para aprovechar plenamente estas oportunidades, es importante que América Latina esté consciente de las consecuencias que estas reformas podrían tener para las oportunidades futuras de comercio e inversión.