Las ordenanzas laborales parecen en la actualidad como elementos que contribuyen a la rigidez del mercado de trabajo. Desde la óptica que pone en primer plano la flexibilidad del mercado de trabajo como condición para la recuperación de la economía, las ordenanzas, vistas como parte de la legislación laboral desarrollada en el período del franquismo, constituyen un residuo del pasado paternalista.
En esta perspectiva se unifican las posiciones de quienes defienden la seguridad en el empleo con la persistencia de rasgos franquistas en el campo de las relaciones de trabajo. Las ordenanzas, sin embargo, tienen una génesis más compleja que desmiente estas interpretaciones, resaltando su carácter exclusivamente ideológico. En primer lugar, las ordenanzas laborales no tienen su origen en el franquismo. En segundo lugar, las ordenanzas laborales fueron utilizadas en ese período como un mecanismo de disciplinamiento de la fuerza de trabajo, en el contexto de la defensa y modernización del modelo tradicional de desarrollo industrial en España.