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Dominique Taddéi
Una estrategia de creación de empleos en la Comunidad Europea puede razonablemente lograr sus objetivos, solamente si busca al mismo tiempo un crecimiento de la actividad y una desaceleración de la productividad del trabajo per cápita. Conviene abordar las políticas de reducción del tiempo de trabajo desde este punto de vista. Durante los años 80 en Europa las tesis tradicionales para compartir el trabajo han perdido fuerza, y esto por tres motivos: la pérdida de la capacidad de discusión de los sindicatos, la importancia creciente de boa problemas de oferta y de desequilibrio exterior, la baja de las capacidades de producción que implica una reducción del tiempo de trabajo.
Desde un punto de vista contemporáneo, la reorganización del tiempo de trabajo se ha vuelto un tema central, pues permite a las empresas al aumentar su flexibilidad, frente a una demanda fluctuante, y el realizar economías de capital. Estas reorganizaciones no pueden lograrse si no se acompañan de una implicación importante del personal, garantizadas por ciertas compensaciones: reducción del tiempo de trabajo y aumento de sueldo horario. Estos tres puntos forman lo que llamamos una reorganización-reducción del tiempo de trabajo (2RT) de la cual estudiamos las consecuencias económicas.
A nivel de la empresa, y en gran parte de los casos, el costo unitario de producción debería disminuir, tanto por la reducción del tiempo de trabajo cuanto por el alargamiento del tiempo de utilización de los equipos, pese a existir una compensación salarial. Aquello permitiría disminuir el precio de producción y aumentar la actividad. Si a esto aumentamos las consecuencias de la reducción del tiempo de trabajo, el nivel de empleo no puede sino aumentar.
A nivel nacional, las consecuencias son teóricamente ambiguas en la generalidad, pero diferentes simulaciones muestran una mejora de los principales indicadoras económicos. Los resultados que se pueden esperar de una 2RT pueden ser muy significativos con respecto a la situación macroeconómica, pese a que los modelos tradicionales tienen tendencia, por su estructura lineal, a imitarlos. Esto permite pensar en incitaciones fiscales de parte de los gobiernos a favor de este tipo de reorganizaciones.
