Mantener unas relaciones estrechas con un partido socialdemócrata se ha venido considerando como una de las mejores estrategias que poseen los sindicatos para defender en el ámbito político los intereses de los trabajadores. Esta afirmación parece seguir siendo válida a pesar de los recientes cambios ocurridos en las estructuras económicas y sociales de las sociedades contemporáneas, pues dichos cambios sólo alteran el contenido de su cooperación, y no las razones de hacerlo. Sin embargo, esta creencia parte del supuesto de la existencia de un movimiento sindical unitario. La experiencia del sur de Europa enseña, sin embargo, que cuando el movimiento sindical se divide según diferentes preferencias ideológicas, los líderes sindicales están forzados a elegir a la larga entre mantenerlas relaciones con sus respectivos partidos y cooperar entre ellos. Además, el divorcio entre el PSOE y la UGT pone de relieve que no importa cómo de fuertes sean estas organizaciones, la competición intersindical al combinarse con una economía en crecimiento provoca que sus relaciones se hagan perjudiciales para los intereses del hermano sindical.