Roberto Cortés Conde
El Prebisch que hoy la mayor parte de la gente recuerda tuvo una destacadísima actuación en los ámbitos internacionales con esporádicas intervenciones (1955 y 1984) en el quehacer económico argentino; ese Prebisch que vivió la segunda mitad del siglo XX fuera de la Argentina tuvo, sin embargo, en sus años jóvenes, un papel importantísimo en el diseño e implementación de políticas que produjeron cambios notables en el país.
Había egresado de la Facultad de Ciencias Económicas en 1923 y veinte años más tarde, con sólo 42, concluía forzadamente su actuación como gerente del Banco Central de la República Argentina, tras ocho años de gestión y de haber pasado por altas funciones de gobierno.
Siendo todavía estudiante tradujo el estudio que J.H.Williams presentara en los seminarios de la facultad. Ese trabajo y, por su intermedio, las ideas de Taussig sobre los ciclos económicos y ajustes del balance de pagos con movimiento de capitales le sugirieron la idea de analizar los ciclos argentinos y los mecanismos no previstos en la teoría corriente sobre comercio internacional.
En 1922 Alejandro Bunge lo propuso como Director de Estadística de la Sociedad Rural Argentina. Allí encabezó un equipo que en 1928 publicó un Anuario con la más completa reseña estadístico-histórica del país.
Ese mismo año, se le encomendó la organización de una oficina de investigaciones económicas en el Banco de la Nación Argentina, institución donde realizó una importante tarea de información estadística y análisis de coyuntura económica que quedó reflejada en la Revista económica que publicaba el Banco (BNA, 1928).
Cuando la Argentina se encontró frente a nuevos problemas en la década de 1930 los conocimientos teóricos y estadísticos adquiridos le permitieron hacer frente a un desafío al que pocos intelectuales en el país han podido responder. Las circunstancias que le tocaron vivir --el fin de un mundo, el de la belle époque-- y la aparición de otro nuevo, el de las economías cerradas y las reacciones nacionalistas, fueron para todos difícil de entender.
Había que adecuar o construir teorías que explicaran fenómenos previamente desconocidos y por lo tanto no estudiados. Su paso por Australia en los años veinte, su estada en los Estados Unidos --su misma amistad con Williams--, lo ayudaron en esa tarea y le permitieron estar al tanto de los desarrollos intelectuales más recientes.
Bajo la influencia del estudio de Williams sobre los mecanismos de ajuste del balance de pagos, en un país con papel moneda inconvertible y de las teorías del ciclo económico (Taussig, 1915; Hawtrey, 1919; Kondratieff, 1946), comenzó a elaborar nuevas interpretaciones sobre las características del ciclo argentino. Argentina tenía una economía que dependía de sus exportaciones de cereales y esto le daba una característica estacional y a la vez la hacía muy vulnerable, ya que estaba afectada por circunstancias meteorológicas y por las grandes fluctuaciones de los mercados externos. Además existía un mecanismo monetario que acentuaba tales fluctuaciones. El ciclo estacional --al que se había dado en llamar el ciclo argentino-- se traducía en que al liquidarse las cosechas en los meses de verano entraba oro y los bancos expandían el crédito, mientras que en el invierno, cuando no entraban saldos exportables, se producía una retracción y los bancos contraían el crédito. De allí surgió la idea de las acciones contracíclicas.
En 1921, siendo todavía alumno de la Facultad de Ciencias Económicas, Prebisch publicó las "Notas para la historia monetaria de la Argentina" (Prebisch, 1921), en las que se remontó a los antecedentes monetarios coloniales, advirtiendo la paradoja de que en esta colonia productora de plata escaseaba el circulante. No es que faltara plata --decía--, sino que como la casa de acuñación recibía la moneda a un precio inferior al que tenía como mercancía, ella se atesoraba y sólo circulaba la moneda mala: la macuquina, una moneda feble y despreciada porque tenía menor contenido metálico, o los sustitutos en moneda de la tierra (Ley de Gresham). Allí estudió la experiencia de los bancos de emisión y el del papel moneda inconvertible. También las crisis de 1876, 1885 y 1890, sosteniendo que fueron el resultado de una sobreexpansión del crédito en las fases ascendentes del ciclo en las que se creó poder adquisitivo por medio de la emisión; esta situación se revirtió cuando apareció un déficit en el balance de pagos y se tuvo que contraer la oferta monetaria. En la parte final del citado artículo se ocupó de la crisis de 1913 y comenzó a esbozar una teoría sobre las perturbaciones monetarias en las fases cíclicas con régimen de Caja de Conversión, que desarrollaría más adelante desde el Banco Central, en la Memoria de 1938 de la institución (BCRA,1939). Al respecto dice que mientras en los bancos de emisión ésta se hace sobre la base del crédito comercial, en la Caja de Conversión sólo se puede hacer con el excedente del balance de pagos (reservas en oro). Pero advierte que incluso en este régimen las entradas de oro producen no sólo un aumento del circulante sino también de las reservas de los bancos, los que al tener más reservas expanden el crédito. Luego, en una fase ascendente del ciclo se produce una sobreexpansión del crédito (tendencia procíclica), mientras que cuando ocurre lo contrario sale el oro, disminuyen las reservas y se contrae aun más el crédito. Esto ocurrió --según él-- en 1913 en la fase descendente del ciclo, provocando una reacción en cadena y dando origen a un general pesimismo sobre las perspectivas de la economía, que acentuó la recesión por sus efectos sobre el consumo y la inversión.