En los últimos veinte años la informática ha experimentado profundos cambios, tanto en el ámbito del hardware como del software. Uno de los más significativos es, sin duda, el carácter crítico que ha ido adquiriendo, pasando de ser considerado un centro de coste a percibirse como una ventaja competitiva. Sin embargo, la complejidad de los entornos informáticos y su nueva posición estratégica imponen modificaciones profundas enfocadas a conseguir que los distintos actores empresariales colaboren de manera eficaz para alcanzar los objetivos corporativos.
Considerados históricamente como la parte noble, los departamentos de ingeniería se han beneficiado siempre de prioridad, al contar con personal de perfil profesional elevado y la consideración de las directivas. Por su parte, los departamentos de producción han acumulado la amargura de ser considerados únicamente un centro de coste sin valor añadido, y requeridos sólo en caso de problemas de funcionamiento, rara vez de forma proactiva. La fractura informativa encuentra sus raíces en esta complicada relación.