El ser humano tiene un condicionamiento muy profundo: el de ser reconocido por alguien como otro "alguien", es decir, el de ser amado. De ahí la necesidad imperiosa de nacer en el ámbito familiar capaz de llevar a cabo las funciones que la vida social necesita. Por razón de solidaridad -valoración del otro como otro yo de cuyo bien soy responsable en la medida en que puedo influirle-, los propios derechos y obligaciones están limitados por análogos derechos y obligaciones ajenos, y, por supuesto, por la propia naturaleza de derecho u obligación.