No se conoce medicina alguna que no sea, además, un veneno letal: depende de la dosis. Hasta ahora se ha afirmado que todos los medicamentos tienen riesgos, pues los que benefician a un determinado número de pacientes, pueden tener consecuencias perjudiciales para otros. Así, aunque el médico emita un diagnóstico correcto y prescriba el medicamento adecuado, el farmacéutico dispense el producto indicado, y el paciente observe las instrucciones y tome la dosis prescrita, en ocasiones se producen efectos nocivos o incluso mortales para el consumidor. Por ello, si bien nadie discute la enorme utilidad social de los medicamentos, se admite que todos ellos son potencialmente dañinos para quienes los consumen, y se acepta a cambio de indemnizar los posibles daños causados. La medicina personalizada busca evitar esos efectos nocivos, y tomando como base la información genética de cada persona, tiene como objetivo efectuar mejores diagnósticos y prescribir las terapias adecuadas, ofreciendo a cada paciente la dosis exacta del medicamento adecuado. A pesar de los indudables beneficios científicos que ello supone, el carácter de la información genética y su aplicación a usos médicos y farmacéuticos plantea cuestiones legales que afectan al desarrollo de la medicina personalizada, básicamente relacionadas con la obtención y gestión de la mencionada información: el consentimiento informado de los pacientes, su intimidad, la confidencialidad de los datos, la posible discriminación en la contratación de seguros o en las relaciones laborales, y su eventual uso por otros operadores sociales son aspectos que deben ser tenidos muy en cuenta en la implementación de esta nueva técnica médica. El derecho, que no es más que una consecuencia de la vida, debe responder a esta nueva técnica de una manera eficiente y segura, dos de los calificativos que mejor definen la medicina personalizada.