La orientación de la educación desde un marco axiológico potenciador de actitudes y predisposiciones socialmente deseables, representa para la escuela la alternativa mediacional que busca la formación integral de ciudadanos libres. Los valores, ligados indisolublemente a la naturaleza humana, poseen carácter normativo, lo que implica los valores más o menos deseables; es este carácter normativo el que permite configurar el marco de actuación de las personas en armonía con el desarrollo individual y social. La función formadora de la escuela está orientada desde tres perspectivas: una, de carácter individual, dirigida al desarrollo de la conciencia personal y el razonamiento moral; otra, de carácter social, que busca la promoción de valores cívicos y de conciencia colectiva; la última, de carácter institucional, sostiene que la escuela se convierte en una realidad particular en la que confluyen y se afectan mutuamente valores personales, sociales e institucionales. La consideración de estas perspectivas, ligadas a la concepción de los valores como entes que pueden ser aprehendidos y por consiguiente enseñados, brinda la posibilidad de destacar y rescatar la función formadora de la escuela como meta explícita de la educación.