Definir la corrupción no es sencillo, pero puede llegarse a conclusiones mayoritariamente compartidas, sin embargo, definir qué es lo ético en el sector público es mucho más complejo y difícilmente universalizable. No obstante, ambas definiciones deben tener coherencia y apoyarse mutuamente. La forma de conseguir la coherencia antes mencionada es la de conectar ambas definiciones a una misma teoría de la democracia. La tesis fundamental de este articulo es, precisamente, que no es posible promocionar la ética, ni luchar contra la corrupción sin una teoría de la democracia. Y esa teoría es la de una democracia exigente, una democracia que defienda y promocione los derechos humanos y que asegure el control popular y la igualdad política.