El autor aborda los efectos del proceso de globalización, como la occidentalización y mercantilización del mundo o la reestructuración del espacio político tradicional del Estado nación. En dicho contexto el discurso sobre los derechos humanos adquiere un papel fundamental, un papel que es criticado por el autor al subrayar su marcado carácter formal, que los convierte en instrumento de dominación y no de emancipación. Para el autor, el universalismo abstracto de los derechos humanos y la extensión de la lógica del cálculo utilitario serían fenómenos estrechamente relacionados, ante los que se hace necesario oponer una visión superadora del formalismo, una estrategia basada en poderes efectivos, en la idea de autogobierno. Europa aparece como el espacio político posible para su realización y como freno a los efectos más devastadores del proceso de globalización.