La participación ciudadana se encuentra estancada, debido a que el concepto de ciudadano se refiere a una realidad dinámica que no es analizada como tal. Los gobiernos democráticos tradicionales han propiciado que la democracia actual y los derechos ciudadanos de los que se nutre redunden en el ostracismo. Por lo tanto se vuelve indispensable la toma en consideración de los intereses y las percepciones de la ciudadanía. Bajo este contexto es necesario hablar del presupuesto participativo como un instrumento vinculativo entre los problemas o necesidades ciudadanas con la acción del gobierno, compartiendo la responsabilidad y los riesgos del ejercicio del poder. La ciudad de Porto Alegre, en Brasil, ofrece un ejemplo clarificador de lo que es una práctica participativa exitosa.