Entre los denominados "riesgos profesionales emergentes", los de índole psicosocial están ocupando un especial y creciente protagonismo, aunque ya desde la aparición de los primeros trabajos que abordaron la definición de "estrés laboral" y "burnout" han venido surgiendo multitud de interrogantes conceptuales y aplicados. Conviene pues, para una adecuada definición y puesta en práctica de las contemporáneas políticas de prevención de riesgos, delimitar con cierta precisión los conceptos. Así, el estrés laboral hace referencia principalmente a una serie de emociones negativas, lo que contrasta con el hecho de que el trabajo suele ocupar un lugar central en la vida de muchas personas. Se trata, por tanto, de un grave problema que incumbe a los distintos agentes implicados (trabajadores, empresarios y, en general, a la sociedad) ya que origina problemas de salud, absentismo laboral, disminución de la productividad y competitividad, entre otros. Parece imposible que cualquier ambiente laboral no conlleve algún grado de estrés, pero el que el estrés sea algo inevitable, incluso que como respecto del "colesterol" se distinga el "bueno" o positivo -HDL-- del "malo" o negativo -LDL--, no quiere decir que la exposición prolongada y recurrente a la situación de estrés no se pueda, e incluso, se deba evitar.