La economía española recupera un curso ascendente después de un periodo de atonía que, a diferencia de anteriores crisis en los países desarrollados, ha sido más breve y de menor intensidad que en otros países de la Unión Europea. Desde los años setenta, España nunca había conseguido alcanzar una convergencia de Producto Interior Bruto per capita con la Unión Europea a quince, en un periodo de recesión. Durante el primer trimestre de 2004, el crecimiento económico alcanzó el 2,9 por ciento, una décima por encima del trimestre anterior y un punto más del nivel más bajo que se registró hace un año.
Pero la robustez de esta recuperación económica muestra varias amenazas graves. La primera, son los inciertos resultados que para la economía española tendrá la incorporación de los países del este a la Unión Europea. Con niveles de formación similares entre su población activa y unos costes laborales cinco veces más bajos, suponen una colisión directa con la especialización tecnológica clásica de España dentro del Mercado Único. Aunque no exista una relación directa entre ambos fenómenos, porque ni todas las decisiones han estado relacionadas con Europa del este ni la anexión a la Unión Europea ha supuesto una reducción brutal del diferencial arancelario, los reiterados anuncios de traslado de producción industrial (deslocalización) desde España a terceros países puede convertirse en una sangría de empleo manufacturero, que no consiga paliar la generación de empleos en el sector servicios. Más coyuntural es la evolución de los precios del petróleo.