Ernesto Tironi
Chile necesita aranceles diferenciados porque cuando son parejos y bajos el país se especializa demasiado en unos pocos productos primarios —como el cobre, la madera, la fruta y la pesca— cuyo consumo mundial y producción local no puede crecer mucho ni generar suficiente empleo. Por lo tanto, por esa vía la economía en su conjunto no crece tanto, ni ofrece oportunidades suficientes a los que necesitan trabajar, empeoran-do además la distribución del ingreso. En síntesis, debido a las características estructurales propias de Chile —país pequeño con gran riqueza de recursos naturales—, con aranceles bajos y parejos se frena inútilmente el desarrollo nacional. Chile debiera, por lo tanto, diferenciar sus aranceles según la ocupación que generen y el dinamismo que tengan los distintos bienes y servicios, pero dentro de rangos razonables. Para la generalidad de los productos debiera ser entre 10 y 45 por ciento. Pero además debieran haber dos grupos de productos con aranceles especiales: los agrícolas, diferenciados por los mismos criterios, pero con una sobretasa variable para estabilizarlos precios internos. Y un grupo de 10 a 15 productos importados (como los automóviles, especialmente) con un impuesto al consumo elevado (equivalente a un arancel) que se fije semestralmente en función inversa al precio del cobre, para proteger así a la economía de las fluctuaciones de éste.