Santiago, Chile
Entre 1981-1985 las economías de América latina han sufrido su crisis económica más profunda y prolongada desde la Gran Depresión de los años 30. Esta crisis, provocada por un conjunto complejo de causas internas y externas, se ha manifestado en la reducción generalizada del ritmo de crecimiento económico, la caída sustancial de la inversión, agudas contracciones del empleo y las remuneraciones reales, aceleración en muchos países de la inflación y severos problemas de balance de pagos. Estos últimos, vinculados en gran medida a la reducción en el ingreso neto de capitales, a la elevación de las tasas de interés, al deterioro de los términos de intercambio yal sobreendeudamiento externo, obligaron a la mayoría de los países de la región a iniciar en 1982 procesos de ajuste para reducir el desequilibrio externo. Las políticas aplicadas lograron reducir en forma espectacular el déficit de la cuenta corriente. Sin embargo, el hecho que el proceso de ajuste tuviera que efectuarse en un plazo muy breve debido al cuasicolapso del financiamiento externo, generó claros efectos recesivos sobre la actividad económica. Hasta 1985, en la mayoría de los países la reducción del desequilibrio externo se logró casi exclusivamente a través de una enorme merma de las importaciones, la cual afectó de manera adversa los niveles de producción, empleo y remuneraciones. De allí la utilidad de examinar formas alternativas de reducir el desequilibrio externo, basadas en el crecimiento sostenido de las exportaciones y en la sustitución de importaciones, que permitan conciliar el logro o preservación de un razonable equilibrio ex-terno con la expansión persistente del producto y el empleo.