Patricio Mardones V.
La legislación laboral chilena contenida en el Código del Trabajo de 1931y la dictada a partir de esa época, es producto de la influencia ejercida sobre tratadistas y legisladores por los autores de la normativa aplicada en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Esta última fue concebida para aplacar las tensiones producidas por la revolución industrial de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Los conflictos que aparecieron en esa época fueron atribuidos a la falta de intervención del Estado ante los efectos del ejercicio de la libertad, que dejaba a los trabajadores indefensos en su relación con los dueños del capital. Es cierto que en la Europa del siglo XIX se vivieron fuertes tensiones que llevaron a que trabajadores y patrones asumieran posiciones cada vez más antagónicas. Es también efectivo que la revolución industrial, lejos de aparecer beneficiosa para las grandes masas, produjo una clase de desarraigados que vivían en forma miserable. Resultado de ello fue el surgimiento de ideologías rupturistas que vieron en la destrucción de una clase(la burguesía) a manos de la otra (el proletariado), el remedio de todos los males y el establecimiento de una sociedad ideal. Sin embargo esa situación, propia de los países europeos, fue la consecuencia de todo un conjunto de fenómenos y no sólo de la falta de intervención del Estado. Además, esos sucesos, el tratamiento que recibieron los trabajadores de sus patrones y la ausencia de normas protectoras para aquéllos, constituyeron una realidad distinta a la vivida, en esa misma época, en América Hispana y en Chile. Nuestros países han experimentado, también, graves conflictos laborales y problemas sociales que aún no están resueltos. Pero la naturaleza y las causas de ellos son diferentes a los europeos. Es por eso que muchas de las normas laborales inspiradas en aquellas concepciones resultaron ineficaces y agudizaron la inflación y el desempleo, que son los problemas reales que padecen los trabajadores chilenos.