Este artículo examina el rol de los debates presidenciales en las democracias modernas como avatares del debate público democrático. Se argumenta que, más allá de su función informativa, los debates actúan como simulacros de la democracia realmente existente, simbolizando los rituales y las representaciones que sostienen la legitimidad del sistema político.
A través de una visión crítica, se reflexiona sobre cómo estos eventos, a menudo percibidos eventos de deliberación pública, también funcionan como ceremonias de legitimación y actos de autoridad de las campañas políticas. Los debates se presentan así no sólo cómo actos de la comunicación electoral, sino como escenarios performativos que, aunque refuercen ciertas nociones democráticas, también reflejan las limitaciones y contradicciones inherentes al sistema político contemporáneo.
El capítulo concluye que, aunque los debates presidenciales cumplen un papel simbólico crucial, su efectividad en la promoción de un diálogo genuino y la formación de una ciudadanía informada sigue siendo objeto de debate. Estos eventos, aunque imperfectos, encapsulan las tensiones entre la realidad democrática y su representación ritualizada, revelando tanto las fortalezas como las debilidades de la democracia en la práctica.
This article examines the role of presidential debates in modern democracies as avatars of democratic public debate. It argues that, beyond their informative function, debates act as simulacra of actually existing democracy, symbolizing the rituals and representations that sustain the legitimacy of the political system. Through a critical lens, it reflects on how these events, often perceived as events of public deliberation, also function as ceremonies of legitimation and acts of authority in political campaigns. Debates are thus presented not only as acts of electoral communication, but as performative scenarios that, while reinforcing certain democratic notions, also reflect the limitations and contradictions inherent to the contemporary political system. The article concludes that, although presidential debates play a crucial symbolic role, their effectiveness in promoting genuine dialogue and the formation of an informed citizenry remains a matter of debate. These events, however imperfect, encapsulate the tensions between democratic reality and its ritualized representation, revealing both the strengths and weaknesses of democracy in practice.