La sociedad actual, inmersa en una era de transformación digital sin precedentes, ha visto emerger al dato como un activo de valor incalculable. Su capacidad para generar conocimiento, impulsar la innovación y reconfigurar nuestras economías y sociedades es innegable, lo que nos obliga a repensar las tradicionales nociones sobre la protección de la privacidad y buscar un equilibrio entre la salvaguarda de los derechos individuales y la promoción de su potencial transformador.