Santiago, Chile
El auge del evangelismo y la virtual ruptura de la unidad religiosa que ha habido en Latinoamérica desde la llegada de los españoles es hoy un tema ampliamente debatido. Este trabajo se basa en las encuestas de opinión pública CEP-Adimark realizadas en diciembre de 1990 y octubre de 1991. Representan el 47% de la población total que se concentra en las grandes ciudades del Norte, Centro y Sur del país. No incluyen población rural. Sus resultados, dado el margen de error, deben interpretarse como indicando sólo “tendencias” Los investigadores concluyen que de cada cien chilenos, setenta y cuatro son católicos y dieciséis son evangélicos. Sólo uno de cada cuatro chilenos es observante en el sentido de que asiste al templo al menos una vez por semana. Por cada evangélico observante hay dos católicos observantes. En el estrato bajo hay un evangélico observan-te por cada católico observante. Uno de cada cuatro evangélicos adquirió su religión hace menos de diez años. Los evangélicos observantes son más estrictos, en materias morales, que los católicos observantes y que el medio social al que pertenecen. En política tienden a ser más bien independientes y despolitizados. En materias de cultura económica tienden a vincular el éxito económico con la fe en Dios y atribuyen al alcohol una especial importancia a la hora de explicar las causas de la pobreza. Esto último sugiere a los autores un tema de investigación para el futuro: el evangelismo chileno, la redefinición de la masculinidad y la reforma de la familia. En la medida en que la imago mundi de los evangélicos se hace realidad (y parece que así ocurre), cabe esperar de ellos un estilo de vida ascético y severo en materias morales, una mayor movilidad relativa en términos sociales y económicos, y una actitud pacifista, democrática, independiente y apolítica en asuntos públicos que no tengan carga religiosa.