En este ensayo, discutimos cómo las normas de género heterosexuales establecen prácticas específicas a la experiencia de las mujeres drogadictas y a la atención de salud dirigida a ellas. Analizamos cómo las mujeres son sometidas a la condición de objeto en las prácticas de salud, principalmente basadas en la normalización biopolítica y organizadas por el dispositivo de medicalización, que se centra menos en la escucha de las singularidades que en la gestión de los cuerpos. Concluimos afirmando la importancia de la vinculación como tecnología relacional para el aumento de las posibilidades de comprensión de las singularidades, una base importante para una exploración más profunda de las formas de participación de las mujeres en el mundo, y para el desarrollo de estrategias de cuidado y preservación en el uso de drogas.