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Francisco Javier Jiménez Gómez
El Trabajo Social tiene un carácter netamente transformador, tanto estructuralmente como en los procesos de acompañamiento e intervención social que se realizan. Pero los cambios de las personas en los procesos de intervención solo se producen desde el encuentro, ya que nuestra identidad se configura en relación con la alteridad. El encuentro supone reconocimiento, darle a la persona el valor que merece como ser único e irrepetible, implica dejar que su mirada enriquezca la mía y surja algo nuevo. El encuentro conlleva situarme en mi propia vulnerabilidad para generar cambios en la otra persona, fomentando el protagonismo, la identidad y el sentido vital en el desarrollo del proyecto de vida que la persona libremente ha elegido. El encuentro implica ponerse en camino, apertura a lo imprevisto y dejarse sorprender en actitud de búsqueda. El encuentro, en definitiva, no solo facilita que se desarrollen cambios en las personas a las que se acompaña en un proceso de intervención social, sino que también incide en mi mirada, en mi percepción y en mi propia vida. El encuentro, por tanto, más allá de cuestiones metodológicas, se configura como una categoría ética fundamental en la intervención social, porque nace de la dignidad de la persona, del mutuo reconocimiento y de valores éticos como son la libertad, la igualdad, la justicia social y la fraternidad.
Social Work has a clearly transformative character, both structurally and in the processes of accompaniment and social intervention that are carried out. But the changes of the people in the intervention processes only occur from the encounter, since our identity is configured in relation to the otherness. The encounter implies recognition, giving the value that the person deserves, as a unique and unrepeatable being, it involves letting his gaze enrich mine and something new arises. The encounter entails placing myself in my own vulnerability to generate changes in the other person, fostering the protagonism, identity and vital sense in the development of the life project that the person has freely chosen. The encounter implies setting out on the way, opening up to the unexpected and letting oneself be surprised in an attitude of search. The encounter, in short, not only facilitates the development of changes in the people who are accompanied in a social intervention process, but also affects my gaze, my perception and my own life. The encounter, therefore, beyond methodological issues, is configured as a fundamental ethical category in social intervention, because it is born from the dignity of the person, mutual recognition, and ethical values such as freedom, equality, social justice, and fraternity
