Las películas han perdido inocencia y se están haciendo en forma cada vez más autoconscientes, sostiene Héctor Soto en el presente artículo. El realizador de hoy domina no sólo un lenguaje para contar una historia sino también una cierta tradición expresiva frente a la cual debe plantearse en términos de continuidad o de ruptura. El cine, en consecuencia, ya no es sólo un comentario sobre la vida —como antes—, y son muchas las realizaciones en la actualidad que también son un comentario sobre el cine. De hecho, en el transcurso de dos o tres décadas han cambiado el perfil de los cineastas, el mapa de los géneros cinematográficos y, más que eso, la composición de las películas. Los cambios tal vez hayan reducido la capacidad de los directores para generar emociones, pero han fortalecido la tendencia a establecer complicidades con el espectador. Buenos ejemplos al respecto —señala el autor— son películas como Matador, del realizador español Pedro Almodóvar, y Corazón salvaje, del norteamericano David Lynch.