Karina Navarro Jiménez
Las líneas que a continuación se plantean tienen como objetivo el análisis minucioso de algunas de las principales ideas políticas del cuerpo teórico arendtiano, específicamente nos interesa analizar la facultad de pensar y su relación con el juicio estético kantiano y el sentido común. Esto, teniendo en cuenta la inherente condición de seres sociales que nos acaece con la llegada al mundo, con el nacimiento de cada ser humano que porta en sí, además de un rango ontológico, un particular peso en el escenario compartido que llamamos mundo. Esto es la más evidente apuesta por una estadía plural y consensuada que trascienda la necesaria aparición del yo individual. Tal labor acomete Arendt, reivindicando la facultad que en la historia de la filosofía occidental fue sinónimo de pasividad, a saber, el ejercicio del pensar.
La autora concebirá el pensar como actividad que mueve la mente o el espíritu, que socava las pautas establecidas, indagando sobre el sentido de las cosas que nos rodean y los modos de coexistir que como humanidad hemos desarrollado históricamente. Finalmente, pensar se halla íntimamente vinculado al juicio reflexivo, de fuerte influencia kantiana, como base para el consenso en medio de la diversidad, extrapolable del deleite, del goce estético comunicable, con la imaginación como vínculo para el conocimiento y el sentido común, en una especie de participación empática, de existencia cosmopolita, capaz de reconstruir allá donde la humanidad ha errado en el pacto de convivencia en favor de los tiempos de destrucción y de guerras.