El crecimiento de las ciudades no está teniendo suficientemente en cuenta los elementos naturales en su planificación. Actualmente, las ciudades albergan más del 50% de la población mundial. En Europa este porcentaje se eleva hasta el 75% y en España, el 80% de su ciudadanía vive ya en entornos urbanos. Se espera que esta tendencia continúe, ya que la población urbana aumentará a más del doble para 2050, momento en que casi 7 de cada 10 personas vivirán en ciudades.
Esta expansión se está produciendo de espaldas a la naturaleza, sin considerar la importancia de los servicios de los ecosistemas en la planificación urbanística.
Esta circunstancia hace que las ciudades sean extremadamente vulnerables ante los desafíos a los que se enfrentan hoy los entornos urbanos, como la contaminación o los efectos patentes del cambio climático, que incluyen olas de calor y aumento de la frecuencia y de la intensidad de inundaciones, entre otros. Distanciar la naturaleza de la ciudad está suponiendo importantes costes económicos y en salud y en calidad de vida de sus habitantes.
La renaturalización urbana puede contribuir a dar respuesta a estos retos y transformar las ciudades en espacios sostenibles y saludables. La comunidad internacional, gobiernos, instituciones, centros de investigación, y organizaciones sociales y ambientales a todos los niveles, coinciden en la necesidad de actuar para renaturalizar las urbes como parte de la estrategia para mitigar y adaptarnos a los efectos del cambio climático. Así se plasma, por ejemplo, en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 de la Agenda 2030 que invita a “apostar por la sostenibilidad, a optar por construir ciudades en las que todos los ciudadanos tengan una calidad de vida digna y formen parte de la dinámica productiva de la ciudad, para generar prosperidad compartida y estabilidad social sin dañar el medio ambiente”. También el Consejo de la Unión Europea, en la recién aprobada Ley de Restauración de la Naturaleza, fija objetivos concretos para el ámbito urbano: “Los Estados miembros se comprometen al incremento neto de la superficie de infraestructura verde urbana y a alcanzar un mínimo del 10% de cobertura verde en sus ciudades”. Recientemente la directora del Departamento de Medio Ambiente, Cambio climático y Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS), María Neira, afirmaba que “necesitamos una planificación urbana que nos proteja ante el calentamiento”.