Martín Hopenhayn
Baudrillard ha querido reconocer una nueva forma de opresión en la sociedad posindustrial: la de la moral de la supervivencia a cualquier-precio, que toca su extremo en el deseo de experimentar con la vida humana en ambientes artificiales, totalmente depurados de cualquier imprevisibilidad viral, bacteriana, pasional o neurótica. Una suerte de mentalidad ecológica convertida en artificio o en “laboratorismo crónico” podría ser la nueva figura de la negación o el despoblamiento de la vida humana. Por un lado –advierte Martín Hopenhayn en este ensayo–, esta crítica de Baudrillard lo sitúa en la tradición de los críticos de la alienación, de Marx a Horkheimer. Pero por otro lado, la propia resistencia de Baudrillard a pensar un “sujeto puro”, que pueda contrastarse con el sujeto alienado, impide que se lo asocie a dicha tradición crítica. ¿Dónde, pues, ubicar a este singular pensador de la cultura contemporánea?