Naturalmente, los objetivos asignados a lo que quede de la escuela pública supondrán una doble transformación decisiva a más o menos largo plazo. Por un lado, habrá una transformación de los profesores, que deberán abandonar su estatus actual de sujetos a los que se supone un saber, para formar parte de los animadores de diferentes actividades de valores o transversales, de salidas pedagógicas o de foros de discusión […]; a fin de rentabilizar su uso, también serán animadores encargados de distintas tareas materiales o de refuerzo psicológico. Por otro lado, la escuela se convertirá en un espacio de vida, democrático y alegre, a un tiempo guardería ciudadana […] y un lugar liberalmente abierto tanto a todos los representantes de la ciudad como a todas las mercancías tecnológicas o culturales que las grandes marcas, convertidas en colaboradoras explícitas del “acto educativo”, juzguen adecuado vender a los distintos participantes”.