«Lo esencial es invisible a los ojos», esta tan certera y famosa frase cuya autoría se atribuye a Saint Exupéry, no pudo dejar de venirme a la cabeza cuando, recientemente, me vi sumida en un debate con respecto a la aplicación del Convenio hispano-francés en materia de herencias(*) a un caso concreto. Y si me he decidido a escribir estas líneas es porque, aunque esta que aquí relato es la ocasión más reciente, no ha sido aislada, sino que la he vivido en ya dos muy próximas entre sí durante estos últimos meses.