La reforma del sistema gremial alcanza una de sus medidas más radicales con la abolición de los gremios de torcedores de seda en 1793. En estas páginas se analiza la medida abolicionista en el marco general de los problemas de la sedería valenciana. En la misma, la hilatura, de la que el torcido es su fase superior y última, había llegado a constituirse en un cuello de botella que comprometía su futuro. En los años aquí contemplados, se proponen y ensayan diversas alternativas que solucionen las disfunciones que generaba la peculiar división del trabajo que obraba en la sedería. La no implicación del capital comercial de la ciudad en la necesaria reconversión de la hilatura será un factor capital para explicar el fracaso de las acciones encaminadas a proporcionar a los telares hilos abundantes, baratos y de buena calidad. A su vez, la ausencia de reordenación del hilado es una de las razones que explican que, finalmente, sea la propia burguesía comercial la que se manifieste totalmente en contra de la medida antigremial decretada desde la Corte.