Una de las falacias más extendidas, al estallar la guerra hispano americana de 1898, es la de que nues- tra potencia militar era inferior a la norteamericana. Si en cuanto a la marina de guerra pueda admitirse ciertas carencias, porque en el momento de ser agredidos bastantes barcos estaban en construcción o en reparación, esto no sucedía en cuanto al Ejército de Tierra. Todavía sorprende la casi nula difusión que se ha dado a nuestro poderoso Ejército de Operaciones en Cuba, muy superior en efectivos a todo el ejército profesional americano. Pero no solo en efectivos, a pesar de las enfermedades y otras bajas, sino también en capacidad de combate. Nuestros soldados poseían experiencia militar tras tres años de guerra contra los rebeldes, además estaban acostumbrados a los rigores del clima tropical y se habían adaptado a las penurias y calamidades de las enfermedades endémicas en los escenarios de la contienda. Esta última cuestión hubiera sido vital si hubiera proseguido la guerra.