El Senado carece de sentido porque presenta un vicio de origen constitucional: la representación que ofrece a las Comunidades Autónomas, en su condición de centros de poder político territorial, es muy deficitaria. Su composición favorece a los senadores elegidos en la circunscripción provincial, en demérito de los elegidos por los parlamentos autonómicos. La representación de los intereses específicos de la Comunidad Autónoma queda relegada a la vieja lógica provincial centralizadora; sin que dichas comunidades, que son el ente que, junto al Estado, ejercen el poder político efectivo a través de las competencias reconocidas por la Constitución y el Estatuto de Autonomía, dispongan de un poder de incidencia relevante en la adopción de decisiones adoptadas por el Senado y que afectan a los intereses autonómicos.