La democracia no puede caminar coja. Necesita representantes legítimos, honestos y virtuosos en los que la sociedad civil pueda confiar. En un sistema político o democrático no caben las fake news y los bulos intencionados. De igual forma, no caben ni el incumplimiento de las normas establecidas por la Constitución (como el secuestro del Consejo General del Poder Judicial por parte del PP), ni la negación del diálogo y la negociación. En la política española, la legitimidad la dan las urnas, que son refrendadas con el sistema parlamentario. Por eso, hay mala fe cuando se niega la legitimidad de un gobierno aprobado en el parlamento; cuando se hurta el debate a partidos que han sido elegidos por los ciudadanos en las urnas; o cuando se niega la negociación colectiva como método para buscar el bien común. La democracia no es solo que la ciudadanía vote, sino que también es que los representantes "voten" y establezcan mayorías para la resolución de los conflictos.