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Nicolás Olea Serrano 
La presencia medioambiental y en los seres vivos de residuos de polímeros plásticos es un asunto que merece ser considerado con cautela dada su presumible toxicidad y empleo en múltiples aplicaciones, su uso en cualquier actividad sustituyendo a otros materiales, y la incorporación a procesos muy variados e instrumentos y objetos muy diversos. Las vía respiratoria y digestiva son las principales formas de entrada de los plásticos y sus componentes en el organismo humano, por lo que el mayor riesgo de exposición proviene de la contaminación aérea, incluyendo el aire interior, seguido de la exposición vía alimentaría y el agua de bebida. Es también importante la vía dérmica cuando se consideran los cosméticos y productos de cuidado personal, y la parenteral cuando se trata de procedimientos y tratamientos médicos. Se ha progresado en el conocimiento de los mecanismos de interacción de los fragmentos plásticos (micro- y nano-plásticos) con células, tejidos y órganos y, aún más, en la interferencia de los componentes químicos (monómeros y aditivos) con los sistemas endocrino, inmune, hematológico y nervioso, la microbiota y la unidad feto-placentaria. Destacan entre los mecanismos que conducen a un efecto adverso la disrupción endocrina y metabólica, el estrés oxidativo y la inflamación. Además, los micro y nanoplásticos sirven de anclaje para microorganismos que interaccionan con la microbiota y adhieren contaminantes ambientales que ven facilitado su acceso a los seres vivos. Es necesaria más investigación, a la par que se implementan medidas preventivas de carácter anticipatorio para proteger a la población.
