Los barcos de Antonio han naufragado y su insolvencia habilita a Shylock a ejecutar el contrato, en donde se pactó que en caso de incumplimiento él sería acreedor de una libra de carne de su deudor. Pareciera que no hay escapatoria a esta cláusula irracional, las partes han convenido libremente que tal sea la garantía y el Dux se ve constreñido a dar cumplimiento a la escritura. Shakespeare pone ante nuestros ojos un conflicto absurdo cuya solución irónica nos lleva a cuestionarnos lo siguiente: ¿equivale lo justo a lo pactado? Y, por tanto, ¿qué es lo que hace justo y constituye la fuente de validez de un contrato?