La extrema competitividad en la que se mueve la empresa de hoy es la excusa que adoptan muchos para justificar su falta de responsabilidad social. Cierres de empresas, regulación de plantillas y demás decisiones con un alto coste social y personal son a veces necesarias para la supervivencia de la empresa. Pero también es cierto que no es la única solución viable en muchos otros casos.