Elena Álvarez Fernández
Israel se caracteriza por ser uno de los países estandartes en el campo tecnológico mundial. Las estadísticas son claras: un 5% de su PIB se destina a ciencia y tecnología —una tasa superior a la de otros países líderes en la materia como Japón, Corea del Sur o Suiza— y; según su balanza comercial, el 43% de sus exportaciones corresponden a la alta tecnología. En este contexto, no resulta para nada extraño el interés de sus compañías por recibir datos personales de la Unión Europea. Ante el creciente incremento de trasferencias procedentes de la comunidad europea, Israel ha aprobado recientemente un marco jurídico que ha mejorado la regulación en este punto, asimilándola cada vez más al Reglamento General de Protección de Datos Personales de la Unión Europea. No obstante, a pesar del gran avance deja aún algunos «puntos negros» que evidencian que su regulación no es completamente idéntica a la europea.
Israel is characterized as one of the world’s leading countries in the field of technology. The statistics are clear: 5% of its GDP goes to science and technology —a rate higher than that of other leading countries such as Japan, South Korea or Switzerland— and, according to its trade balance, 43% of exports correspond to high technology. In this context, the interest of its companies in receiving personal data from the European Union is not at all strange. Faced with the growing increase in transfers from the European community, Israel has recently approved a legal framework that has improved regulation in this area, bringing it more and more in line with the EU’s General Personal Data Protection Regulation. However, despite the great progress, it still leaves some «black spots» that show that its regulation is not completely identical to the European one.