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Alfonso García-Menacho Osset
El siglo XIX va a marcar un antes y un después en la Historia de España. Por una parte, empezó el «Liberalismo», y con él la primera Constitución española, promulgada en las Cortes de Cádiz en 1812, dando con ello fi n al denominado Antiguo Régimen.
Al mismo tiempo, es un siglo especialmente convulso, con multitud de levantamientos militares, derrocamiento y posterior Restauración de la Monarquía, la guerra contra el Francés, las de Marruecos, las tres guerras civiles Carlistas, los levantamientos cantonales y, unido a todo ello, la pérdida de todos los territorios en Hispanoamérica. En este difícil escenario, se produjeron las sucesivas guerras de Cuba.
La débil situación de España sería aprovechada por los movimientos independentistas en las provincias de Ultramar, pero también hubo otras causas para las sublevaciones en Cuba, entre ellas, la deficiente administración en la Isla, la falta de equiparación política y económica con la Península, la tardanza en la abolición de la esclavitud o la perniciosa e invisible actuación de la masonería.
Los independentistas fueron derrotados en las dos primeras guerras hispano-cubanas: Guerra Larga y Guerra Chiquita. En la tercera, denominada «Guerra de la Independencia Cubana», los EEUU de Norteamérica participaron al final de la misma. Su declaración de guerra a España, país «oficialmente» amigo, tuvo una clara intención imperialista y expansionista como nueva potencia emergente (ya ambicionaba Cuba desde hacía tiempo). La intervención de los EEUU fue decisiva, no solo apoyando previamente, sino fundamentalmente en el desarrollo y desenlace del conflicto.
