En el Mediterráneo conviven una serie de cocinas tradicionales que, en su diversidad, presentan unos rasgos y una filosofía comunes, fruto de los intercambios y la cohesión histórica de la región. A través de los acontecimientos históricos, como la entrada de nuevos productos procedentes de Asia (berenjena) o América (tomate, patata, pimiento o calabacín), podemos rastrear las lentas variaciones y los cambios culinarios producidos a lo largo de los siglos, siempre guiados por la frugalidad, la convivialidad y una serie de técnicas comunes y muy antiguas como el relleno, el uso de especias, el picoteo o las picadas y los majados. Así, la cocina mediterránea, en toda su diversidad, constituye una fuente de cultura, tradiciones y socialización, un legado lleno de secretos, sabores y aromas que debemos cuidar y preservar.