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Compleja en sus medios y rigurosamente definida en sus fines, obteniendo de esta misma ambivalencia la seguridad de la función y de los atributos de que dispone el arte, la instalación global de Antoni Muntadas en el Palau de la Virreina presenta esta originalidad de reflexionar sobre unas nociones tan contiguas y ambiguas como son las de "poder" y de la "relación espacio público-espacio privado". El proyecto juega con dos registros -abstracto y concreto, o bien, objetivo y subjetivo- mediante una exuberancia no disimulada, que subyace a la rectitud y la determinación de su finalidad. Pero la idea consistente en desarrollar una reflexión muy conceptual en un contexto que, él mismo, no tiene nada de austero, es el tipo mismo de discurso que siempre ha adoptado Muntadas, tratándose de la legibilidad de la obra de arte como la señal de una adhesión a una cierta forma de pensamiento, estipulando que la consumición del objeto estético reposa sobre la configuración de los efectos que produce sobre la inteligencia y la sensibilidad del consumidor. Mirada crítica, analítica, y comunicación sensual.
